• 12/11/2025 17:11

La Topadora Radio

Noticias y Radio

Delta en llamas-La naturaleza que resiste en su territorio: Parte II

Parte II — El Delta en llamas

El Delta del Paraná arde. No es una metáfora: las imágenes de islas incendiadas se repiten año tras año y las consecuencias se sienten mucho más allá de las fronteras del humedal. Estamos frente a un ecosistema clave para la vida, que actúa como regulador hídrico de la cuenca y reserva de biodiversidad. Designado como Sitio Ramsar, el Delta abarca más de 240 mil hectáreas y alberga especies como el carpincho, el lobito de río, el ciervo de los pantanos, además de una enorme variedad de aves, peces y flora nativa. Allí también viven comunidades isleñas, pescadores y apicultores que dependen directamente de la salud del humedal.

Sin embargo, este equilibrio se rompe cuando el fuego aparece como práctica recurrente. Miles de focos ígneos fueron registrados en los últimos años, con picos históricos durante 2020 y 2021, y buena parte de ellos se demostraron intencionales: quemas para limpiar tierras, habilitar pasturas, expandir la frontera productiva o, directamente, “hacer espacio” para nuevos usos. La Justicia ha investigado a responsables en casos concretos, y aunque hubo condenas aisladas, la práctica persiste.

El fuego en el Delta no solo arrasa con pastizales. Devasta hábitats completos, desplaza fauna, interrumpe ciclos ecológicos y libera a la atmósfera toneladas de carbono que agravan la crisis climática. Greenpeace calculó que las emisiones de las quemas equivalen a la contaminación de cientos de miles de autos circulando durante un año. La imagen de humedales como “esponjas de agua” se vuelve irónica cuando, después de cada incendio, quedan suelos empobrecidos y comunidades sin sustento.

Las consecuencias no terminan en la isla. El humo que viaja hacia ciudades como Rosario, Paraná o incluso Buenos Aires incrementa los niveles de partículas finas (PM2.5 y PM10), con impactos directos en la salud. Estudios regionales vincularon esos episodios con aumentos de consultas por crisis asmáticas, enfermedades respiratorias y eventos cardiovasculares. La quema de humedales, lejos de ser un asunto local, se convierte en un problema de salud pública que afecta a millones.

Las organizaciones sociales y ambientales vienen advirtiéndolo desde hace tiempo. Greenpeace, FARN, Fundación Humedales y la Multisectorial por los Humedales hablan directamente de ecocidio. Denuncian que detrás del fuego no hay casualidad, sino intereses productivos, negligencia estatal y, sobre todo, incumplimiento de la legislación ambiental vigente. Señalan además que la falta de una Ley de Humedales integral permite que estas prácticas se repitan año tras año sin un marco claro de regulación y control.

El Delta del Paraná es, a la vez, espejo y síntoma. Espejo de cómo tratamos a los humedales, relegados a ser tierras de sacrificio; síntoma de un modelo que prioriza el rédito económico inmediato sobre la vida a largo plazo. Cada nuevo incendio no es un accidente: es la confirmación de un Estado que mira hacia otro lado y de un vacío normativo que se prolonga pese a las alertas científicas y sociales.

Si en la primera entrega nos preguntábamos por qué los carpinchos fueron expulsados de su hábitat original para terminar entre lagunas artificiales y cemento, en esta segunda vemos cómo el fuego borra territorios enteros y amenaza no solo a la fauna, sino también a las personas. Lo que está en juego no es solo un ecosistema: es la calidad del aire que respiramos, el agua que bebemos y la salud de futuras generaciones.

La pregunta que queda abierta para la próxima entrega es inevitable: ¿por qué, después de años de reclamos, aún no tenemos una Ley de Humedales que frene esta devastación?

Fotos gentileza: Agencia de Noticias Tierra Viva, La Izquierda Diario, Greenpeace